El atardecer de un viernes de agosto, Samuel y su pequeño Saúl van a la chacra a quemar hierbas secas para utilizarlas como abono en sus sembríos.
Amontonan las hierbas, Samuel enciende el fuego, a los pocos minutos comienza a soplar el viento y con él ¡crecen las llamas!.
Saúl, en su inocencia ¡goza con el espectáculo! mientras que su papá empieza a preocuparse, intenta reducirlo, arroja ramas verdes y tierra sobre el montículo.
La preocupación de Samuel crece al ver que el fuego avanza hacia la floresta, entre los árboles.
- ¡Mira papá, hay más candela! ¡Tenemos que apagarla!
- Grita el niño a punto de llorar…
Las lenguas de fuego avanzan hacia la Comunidad, en un santiamén lo consumen todo, los campesinos apenas tienen tiempo para salir de sus humildes casas ¡todo lo pierden!
¡Fuego, calor, humo, sofocación! ¡Y las lluvias esperadas aún no llegan! La atmósfera se pone densa, un humo negro se apodera del cielo, asfixiando el aire, alcanzando tiernas aves en sus nidos que, indefensas, mueren.
El bosque se agita con trepidantes ruidos, huyen los animales ¡todo se convierte en un caos de fuego, humo y cenizas! Pasan algunas horas antes que un helicóptero llegue en ayuda de la Comunidad en llamas.
La tristeza reflejada en los curtidos rostros delata la pena por las pérdidas sufridas, pensando cómo, a partir de una acción tan común, pudo generarse un desastre tan grande.Amontonan las hierbas, Samuel enciende el fuego, a los pocos minutos comienza a soplar el viento y con él ¡crecen las llamas!.
Saúl, en su inocencia ¡goza con el espectáculo! mientras que su papá empieza a preocuparse, intenta reducirlo, arroja ramas verdes y tierra sobre el montículo.
La preocupación de Samuel crece al ver que el fuego avanza hacia la floresta, entre los árboles.
- ¡Mira papá, hay más candela! ¡Tenemos que apagarla!
- Grita el niño a punto de llorar…
Las lenguas de fuego avanzan hacia la Comunidad, en un santiamén lo consumen todo, los campesinos apenas tienen tiempo para salir de sus humildes casas ¡todo lo pierden!
¡Fuego, calor, humo, sofocación! ¡Y las lluvias esperadas aún no llegan! La atmósfera se pone densa, un humo negro se apodera del cielo, asfixiando el aire, alcanzando tiernas aves en sus nidos que, indefensas, mueren.
El bosque se agita con trepidantes ruidos, huyen los animales ¡todo se convierte en un caos de fuego, humo y cenizas! Pasan algunas horas antes que un helicóptero llegue en ayuda de la Comunidad en llamas.
Samuel se aísla sintiendo el peso de la culpa por todo el daño ocasionado, sin querer, a su Comunidad. ¡Qué difícil será ahora reconstruir lo logrado durante años de sacrificios y trabajo constante!
Vuelven los rostros en mudo silencio, conteniendo apenas las lágrimas, pensando si serán capaces de extraer de las cenizas una comunidad que por años los cobijó y que día a día los alentó a seguir en la faena de forjarse un porvenir.
El fuego continúa implacable y una débil voz apenas se deja oír “Dios nos ha castigado”... Nadie responde, así como Samuel, muchos saben que no aprendieron a prevenir los posibles daños que les ocasionaría un incendio a partir de una pequeña fogata.
Reflexiones
1. ¿Se trata de un desastre de origen natural o de origen antrópico?
2. ¿Qué medidas recomendarías tomar en cuenta para evitar este tipo de desastres?
3. ¿Qué acciones realizarías para prevenir los daños de un desastre similar?
4. ¿Cuál es el peligro identificado?
5. ¿Cuál es la vulnerabilidad que se tendría que analizar?
6. ¿Cuál o cuáles son los riesgos que sufrieron?
Por Angélica Escobedo Bamberger
1 comentarios:
Que lamentable como termino esto. Solo quiero decir que :Dios no castiga. De ser así , NO existiría humanidad; todos somos pecadores de una y/u otra manera.
Saludos,
Metzayaka
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